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EL SOL DE LOS MALOS TIEMPOS
Jesús Zurita

20 septiembre - 13 noviembre 2012

Calle Alameda 18, Madrid

NIÑO DESAPARECIDO
Los venenos
La Fuente
Conclusión y final
CEGUERA
UN BUEN AMIGO SUYO 2012
SATURNO
ROCAS SECAS Y HUECAS
RIMA DE SULFURO III
Nuestra señora de lo mismo

 

La presente exposición espera contar con el espectador como compañero para un paseo por entornos y momentos en los que perderse es tan fácil como lógico. Las vistas ofrecidas se someten a la luz de un sol cobarde, oculto, filtrado y multiplicado que borra nuestra sombra sobre el camino y nos desorienta dejándonos casi ciegos. Sabemos que hay un sol por su ardor, sabemos del terreno por los tropiezos y las agresiones de lo que nos espera en la ceguera; sabemos del paisaje por el miedo a lo que no podemos controlar, otredad absoluta que se curva para que volvamos una y otra vez.
La obra, técnicamente muy simple; acrílico, tinta y pinceles viejos, plantea este paseo sin búsqueda pero lleno de encuentros. El blanco que es fondo de todas estas obras es la plenitud solar de todo aquello que nos rodea, revelándose parcialmente según los pasos que demos. Nunca pasaremos dos veces por el mismo sitio aunque siempre deambularemos en el mismo entorno. Y siempre nos encontraremos con fragmentos que inevitablemente convulsionarán en escenas.


Estas escenas carecen de historia. Su tiempo es un presente continuo tan afilado como el de la asfixia. Debemos adaptarnos a ellas sin imposiciones ni prejuicios; participar de sus sombras y ecos para tropezar, pincharnos y desollarnos con su retorcida vegetación. Obligación y derecho de todo testigo, son escenas que se nos muestran para observarlas pero sobre todo para recordarlas. Saltamos el hecho de comprender, de acotar un perímetro acomodaticio que no sirve de nada. Me refiero a situar estas escenas directamente en nuestra memoria, hogar en el que somos realmente. Donde podemos entender la vida y al que atendemos con cada respiración. Lugar donde el hecho es experiencia antes que magnitud. Sin juzgar. Porque en estas escenas, en estos entornos trazados por nuestro errático paso somos testigos de la necesidad y sus pompas. La desesperación sopla sobre todos, retorciendo árboles y quemándonos aún cobijados. Y la crueldad, repentinamente, queda justificada en estos páramos… “no hay más remedio” se talla en las rocas. Lo que es vital por supervivencia se funde con dentelladas sin hambre en algunas esquinas oscuras con sonrisas un poquito podridas. Los placeres, aún deformados en pellizcos retorcidos, se mantienen como el ritmo para nuestro pulso.


Pero todo se acaba en algún momento. Por mucho que la miseria nos aplaste siempre se agota y se revuelve para de nuevo iluminarnos con tibieza en lo que se conoce como abundancia. Los buenos tiempos. Y aunque sabemos las razones que nos llevaron a semejante trasiego, aunque podemos armar si queremos su historia, siempre se nos olvida todo. Nos preparamos para quemarnos de nuevo en la blancura ciega. La memoria es el único hogar donde podemos comprender para vivir. Ahí es donde he intentado (siempre intentado) colgar estos cuadros. La puerta de la galería nos invita a salir por fin y continuar con nuestra cotidianidad, sea cual sea.

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