PAISAJE MENTAL DE LO INSÓLITO
José Enguídanos
09 septiembre - 24 octubre 2023
Calle Almadén 16, Madrid
Amada imaginación, lo que más amo en ti es que jamás perdonas.
André Breton
La obra de José Enguídanos, en la línea del amor por lo irracional, se encuentra por primera vez con la representación explosiva de El Bosco en este nuevo trabajo.
Las voces de ambos artistas llegan hasta nosotros por descolocación, sinergia, anagnórisis o deslizamiento. Así nos abren las puertas de un universo compartido.
Un universo en expansión.
La continuidad entre los artistas es posible porque algo cruza la historia del arte desde el fondo del tiempo: la persistencia del símbolo. Palabras e imágenes acompañan como un rumor los estilos, la historia. Una misma pulsión hay en las pinturas rupestres de Altamira y en la calavera que Damien Hirst incrusta de diamantes. El arte responde al misterio, pero también lo provoca. La imagen es un transporte de los sentidos.
Para Charles Baudelaire, el hombre atraviesa un bosque de símbolos. De esta forma, se podría hablar de continuidad de los bosques para entender cómo el mundo onírico de El Bosco y el de Enguídanos emparentan. La irracionalidad, la sugestión en cada imagen, cada extrañeza y cada provocación del holandés son invocados por el mundo pictórico de Enguídanos con la misma facilidad. Enguídanos retoma un fragmento de El Bosco y, pitagóricamente, el alma de pintor holandés se encarna en su paleta vívida e inquieta, como una forma de transmigración de los símbolos y las sensibilidades.
El daimón es esa corriente y ese calambre queda y pervive en el tiempo y que prende aquí y allá, que va trazando un recorrido discontinuo, pero de enorme caudal. La visión se abraza con la magia y con el conocimiento.
Los paisajes del Bosco fueron una ruptura contra la horrible realidad y contra el realismo que pretendía dar cuenta de ella. Surrealismo, avant la lettre. Los paisajes de Enguídanos son igualmente una huida descontrolada de lo convencional y lo real.
El paisaje mental de lo insólito.
El mundo que representa procede de los sueños, de la iluminación, de las pesadillas, de las fantasías o las exasperaciones, de la inquietud o de la descolocación. Estas geografías imaginarias tienen la consistencia de los hilos que dejan atrás las hadas o las harpías, la solidez de la voz de las sirenas o las gárgolas, la flexibilidad de la red de un funambulista.
Todo eso sabe Enguídanos. Y nos invita a saltar, a balancearnos en las alturas y tal vez a encontrar el equilibrio imposible o caer al vacío. La red nos espera y nos retendrá en su tejido o nos dejará pasar hasta el fondo.
El paisaje de los cuadros del pintor albaceteño se mueve en una atmósfera que bien podría ser la del fondo de los océanos, la de un lugar perdido incendiado en niebla, la de una poderosa inexistencia que solo se concreta en el extravagante azul del escarabajo que maneja la guadaña. Pon tu cuello aquí, parece decirnos.
Las verticalidades del lienzo, las líneas de fuerza que nos arrastran hacia lo alto o nos precipitan sobre las ruinas de la razón, bien podrían ser esa línea que nos devuelve a la ilusión imparable de un Hieronymus Bosch del siglo XXI.
El ascenso o la caída escriben una nueva gramática de la imaginación, que no perdona.
Andrés García Cerdán
Poeta, crítico y profesor de la UCLM