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PINTA LONDON
Ricardo Alcaide. A PLACE TO HIDE

6 - 9 junio 2011

Earls Court Exhibition Center, Londres

A Place to Hide 10
A Place to Hide 19
A Place to Hide
Drawing 02
A Place to Hide
A Place to Hide 16
Hide 30
A Place to Hide 7
Vista Stand
Vista Stand

El título que Ricardo Alcaide ha elegido para su proyecto resulta revelador de cuán poco convencional es su mirada sobre la arquitectura. Y digo de la arquitectura, porque de ella es de lo que trata en definitiva la totalidad de las obras reunidas en esta exposición, aunque cada una lo haga a su manera y aunque la serie que presta su título al conjunto de todas ellas, tenga como referencia, como argumento, como motivo, la que podría juzgarse como la negación más radical posible de la arquitectura: el efímero refugio del homeless.

 

Alcaide duda, sin embargo, de que esa mutua exclusión sea tan radical y es muy notable que en su duda no esté completamente solo. Antes que él - y en los albores de la modernidad - el abate Laugier y el arquitecto Gastón Ledoux protagonizaron un debate de enorme importancia para la cultura arquitectónica, cuyo motivo fue precisamente la cabaña del bosque. La más elemental y primitiva posible: la cabaña imaginada por Laugier como un simple techo sostenido por cuatro postes de madera rústica con la que - según él - los hombres realizaron por primera vez el impulso que, muchos siglos después, habría de elevar al cielo templos y palacios de una complejidad y un refinamiento deslumbrantes. Pero el abate, antes que intentar fijar en una imagen potente el origen de la arquitectura, pretendía defender con el ejemplo de la cabaña el derecho incuestionable del hombre a responder a los desafíos de la naturaleza valiéndose sólo de su entendimiento e ingenio y contando sólo con los recursos que - como los árboles del bosque - le ofrecía espontáneamente la naturaleza. Ledoux respondió a esta visión paradigmática y a la vez ingenua del individualismo moderno, con una agria caricatura titulada Abrigo del pobre, en la que un árbol raquítico, arraigado en un islote pedregoso y perdido en la mitad de un océano infinito, es el único cobijo de un individuo desnudo y tembloroso, que alza sus manos suplicantes hacia una asamblea reunida entre las nubes de dioses del Olimpo y musas de las artes, entre las que destaca con fuerza la musa de la arquitectura. El hombre - viene a decir Ledoux - no es apenas nada si le faltan las luces que dispensan generosamente los dioses y los sabios.

(Carlos Jiménez - Escritor y crítico de arte. Profesor de Estética de la Universidad Europea de Madrid.)

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