TEORÍA DE LA SEDUCCIÓN
José Enguídanos
Los límites en que se mueve la obra del pintor español José Enguídanos son los límites fascinantes de un mundo imaginario. En realidad, la única geografía posible. Desde la solidez, desde la inocencia y el desenfreno de una mirada indomable, el pintor nos arrastra en esta nueva exposición a un espacio en el que rigen constantemente la sorpresa, la abundancia de luces, la transgresión, y la lucidez. Sobre todo, la lucidez. Suya es una gramática de emociones e ideas lúcida, visionaria y salvaje.
Ante sus cuadros, el instinto, la intuición y la sospecha son las únicas armas de quien mira.
Como en el gran arte contemporáneo, en su pintura Enguídanos se pregunta por el origen y los límites del lenguaje pictórico y por la naturaleza de la realidad. Cada uno de sus cuadros encierra esa vieja querella: de dónde proceden, adónde se dirigen los tentáculos del artista, hasta dónde vamos a llegar hoy. El pintor inventa una nueva forma de decir su realidad desde un idioma nuevo, radical, en cada obra. En esa búsqueda de expresión y de mundo, Enguídanos rompe las perspectivas, rompe la información, rompe los centros. Así nos deja desnudos ante la imagen. Así desvía nuestra atención hacia elementos confusamente marginales, pero confusamente nucleares en la vida del cuadro, que está vivo, que respira frente a nosotros, que es un acontecimiento único dentro de un universo único. En esa singularidad existencial y en esa inmediatez imaginaria, la realidad es derrotada.
Su obra pertenece a los vastos dominios de la figuración onírica. Una doble pulsión alimenta este panal de sueños terrenales: lo genesíaco (cada cuadro inventa la realidad, la amplía, la somete a una línea de fuerza distinta) y lo apocalíptico (cada cuadro instaura un orden definitivo, un juicio final en el maravilloso desorden de las cosas). Estos son los extremos de quien ha hecho de su relación con el arte un bautizo y una petite morte cada día. Más allá de tendencias o corrientes, el pintor nos confía su visión diferente y desigual. Cada día amanece un mundo nuevo en sus manos. Por supuesto, la realidad del cuadro ya no es real: es solamenteverdadera, como quiso Antonin Artaud.
En los trabajos de Enguídanos siempre flota en el ambiente del cuadro una nube inquisitiva que no sabemos de dónde procede: apenas sentimos su peso en el centro de nosotros, nos provoca una inquietud demoledora. El orangután, el jardín frondoso, la nevera del rincón, la ballena voladora, Tom Waits como un pantócrator posmoderno, la gasolinera solitaria, los árboles de un parque demoníaco, la nieve extensa, el oso polar, guardan un secreto. Ese perro, ese esqueleto de perro, va profiriendo su maldición por el desierto, arrastrándose entre las ruinas de la civilización y la inteligencia humanas. Dos muñecos de peluche se dan cita en un bosque en el que solo es real la franja de luz que los ilumina como un foco imposible: el resto es un silencio encantado, una arboleda surreal, enigmática, feérica. Hay fuego al otro lado de la selva, sí, pero no sabemos por qué, ni al otro lado de qué, ni qué está ardiendo, ni qué se quema.
Contra un sistema social y artístico que absorbe las individualidades, las peculiaridades y lo idiosincrásico, contra un sistema que apuesta por el pensamiento único, José Enguídanos esgrime con arrogancia su singularidad. Su imaginación es feraz; la falta de límites y de sentido común (¿o tal vez no?) es su argumento.
La obra de Enguídanos, de raíces que se hunden profundamente en el siglo XX, es también una obra del siglo XXI.
Lo es en su aspiración de eterna juventud artística, en la visión original con que alumbra sus creaciones, en la ironía y el desplante con que se acerca a las convenciones. Con un pie en los romanticismos y otro en la superación irremediable de los realismos (Rembrandt, Caspar David Friedrich, Turner, Balthus, Picasso, Rothko, Enzo Cucchi), lo que a Enguídanos verdaderamente le importa en la pintura es la luz y el misterio, la mirada desenfadada, perversa y amoral, la figuración salvaje y seductora, la estructura superada y la gracia en estado puro. Solo esta profundidad es pintura.
Una vez despierta, el pintor recuerda profundamente sus sueños. Manchas de color azul en las alturas para decirnos que esto no es real, que todo es mentira.
El arte es la mentira más necesaria y más hermosa.