No existe en ellas una intención profetizadora. No hay dictado. Ni tan siquiera un discurso personal más allá de la propia ejecución. Es pintura, sin más. Un sencillo juego dónde la intención es simple: construir escenas con una gran carga emocional y estética que van directas a la retina del espectador como una cucharada de azúcar va directa al paladar.
No resulta fácil definir la forma en la que se conciben las obras como tampoco lo es el hecho en si mismo. El proceso de realización conlleva, obviamente, la utilización de recursos técnicos y plásticos, sin embargo, el desarrollo se produce de una forma completamente ajena a lo que podríamos definir como “proceso controlado”, es decir, que el autor actúa como mera herramienta en el proceso y no tanto como eje intelectual del mismo. De esta forma, los materiales, el azar y cualquier factor que rodee el proceso creativo puede influir aleatoriamente en el resultado final.